Quiero empezar este año, que comienza para mí siendo muy nostálgico, contando una historia. Esta tendrá un carácter desenfadado y vago, porque no considero que se haya formulado un escenario en el que sea digna de contar con todo lujo de detalles y grandes parafernalias, como si se tratase de una epopeya heroica o la biografía de alguien que será recordado en los anales de la historia. Tan solo mencionaré lo que creo preciso y medianamente interesante para que el hilo de esta publicación de Enero case bien en sus distintas facetas.
Esta es la historia:
Hubo una vez un joven Friki – Cuando ser ‘Freak’ era
literalmente ser raro, y no ahora que todo el mundo lo es, y lo raro es no ser
Friki de alguna serie, corriente, o condición – que no encajaba en ningún
lugar, lo cual lo hacía más friki, por refugiarse en dibujar, leer, ver mucho
cine, e imaginar opciones y posibilidades mejores para ir dejando atrás los
días, a su ver, poco afortunados.
El cine era sin duda su pasión más fuerte, y fue una
etapa en la que este era verdaderamente destacable. – Siempre existe buen cine,
en cada generación y en cada década, pero fue una etapa fresca en los films “de
mayorías”, en el cine comercial. – Películas como Star Wars (una precuela
actualmente muy vapuleada, pero que en su momento apabullaba), El Señor de los
Anillos, V de Vendetta, Matrix, etc, llenaban las salas ofreciendo un
entretenimiento interesante, no era simplemente pasar el rato. Esas películas podían
deleitarte.
Una de estas películas que me marcó fue Spider-man 2. Su
producción – partiendo ya de una primera
parte a mi entender sublime – contaba con un nivel que rara vez he vuelto a
ver. Hay quien dirá que fue solo mi percepción de adolescente, pero creo que
soy objetivo y puedo enumerar razones por las que Spider-man 2 supera con mucho
a la mayor parte del cine actual. Hablamos de una película que desarrolla
varios personajes creando una conexión muy intima con el espectador, consiguiendo
que empatices con todos y cada uno, por medio de situaciones que te importan y
puedes creerte, haciéndote en la mayor de los casos sentir familiaridad y
dulzura, marcando para siempre tu subconsciente. Hablamos de unos efectos
especiales que combinaban tecnología digital (para nada comparable a lo que hoy
puede hacerse con un solo clip) con el trabajo de stuntmen o dobles de acción,
especialistas de efectos analógicos, marioneteros, constructores de maquetas,
artificieros, etcétera, logrando con esa buena combinación hacer de lo
increíble algo sólido y palpable, y un sueño despierto. Hablamos de un
Soundtrack de Danny Elfman que caló en la mente de millones de personas con
unos temas y leitmotivs que son un deleite para los oídos – Con unos títulos de
créditos iniciales que duran cerca de 5 minutos y se hacen cortos, en este
caso, estelarizados con ilustraciones de Alex Ross, ilustrando la primera
película como flashback en unas imágenes tremendamente icónicas – y que cuando
seamos viejos, seguiremos tarareando al recordar al hombre araña, el Duende
Verde, la Tia May… Esa es otra, hablamos de un reparto de peso con un casting
de lujo. Por todo esto, y mucho más, creo que soy objetivo cuando digo que no
se hacen cosas así hoy día.
Recapitulando, una de las razones por las que esta película me marcó fue la aparición del Doctor Optopus. Este, bien interpretado por Alfred Molina, consigue ser presentado, transformado, desarrollado, redimido, y muerto, en una sola película, y todo ello compartiendo pantalla como secundario. (Pensad en ello viendo el cine de estos días, en que para que logres interesarte por un personaje y ver algún arco evolutivo en él, necesitan calzarte un sinfín de películas mezcladas unas con otras a lo largo de más de 10 años. Y ni con esas.) Pues bien, tal fue mi fijación con ese personaje que me aprendía sus diálogos, reproducía sus escenas en bucle (porque me fascinaba ver como cada tentáculo hacía su movimiento y lo difícil que me resultaba ver donde había tentáculos de verdad, y donde eran generados por ordenador). Llegue a tomar su nombre ‘Ock’, y añadirlo al mío, esto como Nick en juegos, msn, el difunto Tuenti, etc…
Me voy por las ramas con tanta pasión… Resumiendo, el
nombre artístico y profesional Moses Ock tiene su origen y relación en ese
personaje y en estas vivencias de adolescente friki que os narro. Octopus es
como todos sabemos el nombre común del pulpo, y vi una gran simbología entre el
pulpo y mi faceta de Dibujante, y más tarde diseñador de profesión. Tantas
patas tiene el pulpo como ramas de profesión podría tener yo: Dibujo, diseño,
fotografía, edición… Ciertos pulpos desprenden tinta en algunas situaciones… y
casualmente yo tengo una relación muy cercana con la tinta, ya que es una de
mis principales técnicas artísticas utilizadas. Todo encajaba. Así es la
resumida historia de Moses Ock que os quise contar para empezar el año, y de
por qué este personaje estará de algún modo ligado a mi por siempre.
Con esta narración, más extensa de lo que estoy
acostumbrado a compartiros, quiero pasar a enseñaros lo que llenará la
publicación y entrada de este mes: Un combo de dibujo y pintura, artesanía y coleccionismo
cinéfilo.
Como primera parte os enseño esta ilustración, que si bien fue compartida durante el mes de diciembre en redes sociales, no está de más exponérosla por aquí. Es un dibujo realizado a lápiz en Din A3. Suelo tener claro lo que voy a hacer desde un principio, y como es lógico tomo los atajos pertinentes. El modus operandi habitual es comenzar con un encaje y esbozo poco trabajado pero preciso, una mancha de acuarela muy suave, y desde ahí ir trabajando con color y tinta hasta alcanzar el resultado final. Sin embargo en este caso, quise echar horas y probar otro modo. Lo que hice fue realizar el dibujo enteramente a lápiz, con todo lujo de detalles y trama, de manera que funcionaba por sí solo, sin color. Seguidamente, recurrí a la acuarela, lo cual fue como comenzar de cero ya que el lápiz quedaba muy suave e indefenso bajo la aguada, y hubo que repetir el dibujo a bolígrafo e ir casando las piezas.
El resultado son estas 2 versiones, una en dibujo puro, y la otra en color con técnicas mixtas.
La razón de que viniese a mi mente este personaje con tanta
fuerza, fue la aparición en el mercado de una figura articulada de ‘Toys Era’
llamada ‘The Ock’. Cuando la vi pensé que como coleccionista debía hacerme con
ella, y aprovechando las fechas navideñas y disfrutando de la bondad de unos
padres generosos, pude cumplir ese capricho. Pero no hago esta publicación para
dar publicidad a esa marca (por mucho que pueda merecerlo según el resultado de
su pieza), sino para enseñaros el diorama que realicé para la misma (como hice
en alguna otra ocasión con otros dioramas y figuras que podréis encontrar en
publicaciones anteriores y en youtube).
Este diorama representa una de las escenas del desenlace de la película, donde Doc Ock ha llevado a cabo su plan de crear la fusión en la que antes había fracasado.
Está hecha en cartón pluma, partiendo de una pecera de
plástico y utilizando fotografías editadas extraídas de fotogramas de la
película.
Dada la naturaleza del diorama, parecía necesario
incluir luz para que pudiera tener verosimilitud con lo representado. Para
alguien poco o nada habituado a trabajar con bombillas y circuitos eléctricos,
las luces navideñas son una gran opción, pudiendo encontrar diferentes colores,
longitudes de cable, etc. Haciendo un corte en el fondo (recortando la zona
iluminada) y utilizando celofán naranja, se logra muy bien el efecto.
La peana se decora con palos de helado (conseguidos en cualquier tienda de manualidades) y con algún objeto desechado (en nuestro caso un cartón de embalaje) pintado con efecto oxido.
¡Con imaginación, y un poco de paciencia e idea,
pueden hacerse grandes cosas!
A continuación os dejo un video interesante del unboxing
del muñeco, en el que también os enseño como puede posarse un objeto con tantas
posibilidades, y como queda el diorama (además se nos ha infiltrado el otro
Ock).
¡Os deseo un gran comienzo de este año incierto, y que
todo vaya a mejor!
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